2 de enero de 2008

El nacimiento de Freya

Llevaba años vagando sin rumbo por mares de tinieblas y desesperación, ahogándome con el humo que empaña con secretos los susurros, suspirando sola en las profundidades de la oscuridad. Hasta que llegó ella. La encontré paseando en soledad por aquella playa mágica y tranquila. Me miró desde la distancia y sus ojos de fuego me colocaron ante su presencia en tan sólo un instante, atrayéndome como el hierro al imán en un acto de esoterismo que jamás había presenciado.

Frente a frente, sus ojos penetraron en los míos. Y me miró. Me miró por dentro y desentrañó mi alma.

- No te escondas más - me dijo.
- ¿Cómo no hacerlo si el mundo me condenaría a las llamas si me reconociera?
- No lo harán - me contestó -, no lo harán porque las llamas del mundo las controlo yo.

Y una enorme hoguera surgió ante mis ojos entre su cuerpo y el mío. Las lenguas de fuego alcanzaron el doble de mi altura y sus colores llenaron la noche con las imágenes de mis sueños.

- Entra - me ordenó y yo, en un acto de inconsciencia, penetré entre las llamas dejándome abrasar por su calor incandescente.

Pero, no ardí. Sólo ardieron mis fantasías. Los secretos de mis sueños se transformaron en tangibles y sentí cómo me quemaba el calor de la lujuria y la pasión ocultas durante siglos en mi mente.

Y me dejé enredar por aquel erotismo supremo que me rodeaba. Manos sin rostro recorrieron mi cuerpo desnudo una y mil veces. Penetraron en mí con caricias y besos sin nombre ni sello. Dedos de senda, lenguas ardientes, dientes, senos, falos, pieles... las más sublimes pieles del mundo, me sumergieron en un torbellino de sensaciones desconocidas hasta entonces.

Y de la suavidad de un climax manso, fui ascendiendo hasta el desenfreno de suspiros jadeantes. Y pedí más. Más. Más caricias, más besos, sentir cada vez más. Y sentí que me colmaba, que la pasión colmaba cada centímetro de mi ser hasta dejarme casi sin aliento.

Y grité de placer girando entre aquellas manos, aquellos brazos, aquellos cuerpos que eran sólo míos. Y grité mientras llegaban hasta el fondo de mis entrañas para hacerme perder el sentido y saciar hasta el último de mis deseos secretos.

Hasta que al fin estallé. La luz de mi alma estalló en mil pedazos y llenó la noche con destellos de roja pasión que cayeron incandescentes sobre la espuma de aquel mar embravecido por mis jadeos.

Desnuda, sudorosa, saciada de placer, abrí de nuevo los ojos lentamente y allí estaba ella.

- Ahora eres libre - me dijo -, libre para suspirar cuantas veces quieras y hacer suspirar al mundo con tus sueños.

Y envuelta en el humo de su hoguera, la bruja del mar desapareció ante mis ojos y un inmenso jardín de lujuria eterna apareció a mi alrededor surgido de su estela.

Un reino creado para soñar en libertad y hacer soñar las ilusiones más perversas a todo el que se atreva a mirar a través de mis ojos y dejarse poseer por mi alma. Este es mi reino, sí, el sensual reino de Serena.

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